Por Miprv.com
La vista desde el Parque Recreativo La Esperanza en Cataño hacia El Morro, el Viejo San Juan y la Isla de Cabras es una de las más hermosas en el mundo entero. Desde aquí, es posible imaginar las batallas que se libraban desde la fortificación en los tiempos de la colonización española para proteger a San Juan.
Hoy en día, sin embargo, la batalla que se libra en este bello lugar es para protegerlo de la basura que arropa la playa y de la erosión que amenaza con dividir el Islote La Esperanza en dos. La cantidad de basura es tal, que a pesar de que el pasado fin de semana
el Programa del Estuario de la Bahía de San Juan (PEBSJ) y un grupo de voluntarios recogieron 850 libras de basura allí, en un recorrido realizado por Mi Puerto Rico Verde encontramos todavía grandes cantidades de desperdicios.
Los voluntarios, en su mayoría empleados de las empresas Banco Popular y Crowley, sembraron árboles y realizaron muestreos de la calidad de agua con el objetivo de frenar la creciente erosión y la degradación de ese importante espacio ambiental de la ciudad.
La labor de unos 30 voluntarios fue fundamental, pues las cantidades de basura que llegan al Islote La Esperanza son exorbitantes y hace falta colaboración para limpiarlo. El mes pasado, por ejemplo, el PEBSJ y sus voluntarios recogieron 900 libras de basura.
El Islote La Esperanza, además, se está fragmentando por la erosión costera. Los voluntarios sembraron cientos de icacos y de uvas playeras que conservan la corteza terrestre y previenen inundaciones. Sirven de hábitat para aves migratorias, entre otras especies. También mantienen el agua clara, ayudando a la reproducción de colonias de coral.
“El Islote es un síntoma de la erosión y la pérdida de hábitat en todo Puerto Rico por causa de las modificaciones que hemos hecho de los ríos y las quebradas, por el mal desarrollo de la ciudad”, explica el Dr. Javier Laureano, director del PEBSJ. “Con nuestros voluntarios, estamos trabajando para educar a la población y lograr cambios”.
El Estuario, zona de encuentro entre el mar, los ríos y las quebradas, se extiende desde Loíza hasta Toa Baja, convirtiendo al área metropolitana en una “ciudad de las aguas”. El ecosistema más importante de la zona ayuda a la seguridad costera, al abasto de alimentos y al desarrollo económico del país.
Sin embargo, mantener la costa limpia es un reto. Se trata de una situación adversa a las aves migratorias, por ejemplo, que mueren cada vez que comen pedazos de plástico creyendo que son pececitos.
“Esto muestra cómo el arrojo de basura desde los cruceros y en las carreteras, donde los desperdicios corren por los cuerpos de agua, terminan en la costa y afectan el hábitat”, añade Laureano.
Los voluntarios, también, hicieron muestras de calidad de agua como parte de un proceso educativo en el que se enseña a los ciudadanos a usar el método científico. “Las ciencias no son exclusivas de las universidades, sino también del ciudadano, para que pueda generar datos, entender el problema y levantar bandera en caso de emergencia que necesiten acción”, concluyó Laureano.
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