Por Teresita Heydrich Blanco
Especial Miprv.com
El pasado fin de semana, el representante José Pérez Cordero participaba de una limpieza en la reserva natural del Caño La Boquilla en Mayagüez, junto a un grupo del Programa de Tortugas Marinas del Área Oeste, con motivo del inicio de la temporada de anidación de tortugas marinas.
Allí, como parte de la limpieza, encontraron desperdicios biomédicos, hallazgo que lanzó una voz de alerta que, como resultado, ha encaminado una medida que finalmente prohíba la práctica de arrojar este tipo de material a las playas, situación que se ha extendido por décadas.
La medida radicada por Pérez Cordero, junto a la representante Maricarmen Más Rodríguez, fue la Resolución de la Cámara 298, la que busca investigar de forma urgente la presencia de desperdicios biomédicos en la costa oeste, buscando ponerle fin a un problema que puede resultar de gran peligro para la salud de todas las personas que acuden a estas desembocaduras y caños.
Según establece el artículo 246 del Código Penal de Puerto Rico, la contaminación ambiental con este tipo de material constituye un delito.
“Lamentablemente, la pasada administración, y en este caso, el exrepresentante Efraín De Jesús, presentó una resolución a estos fines, ya que no es la primera vez que se encuentran estos desperdicios biomédicos, y no se hizo nada. Nosotros vamos a ser proactivos. Vamos a llevar esta investigación hasta las últimas consecuencias. No queremos que el ecosistema se afecte. Nuestra intención es proteger la vida marina”, afirmó Más Rodríguez, representante por el Distrito 19.
El Programa de Tortugas Marinas del Área Oeste denunció lo acontecido: La presencia de material biomédico en forma de “bolsas llenas de sangre y otras con residuos. Encontramos alrededor de 66 bolsas durante el primer día, y al día siguiente, cuatro más”, compartió Sheila Bonet, coordinadora.
El material encontrado fue referido al Cuerpo de Vigilantes para que el Instituto de Ciencias Forenses (ICF) determine si la sangre es de origen humano o animal. En cualquiera de los casos, es peligrosa, porque existe la probabilidad de que esté contaminada.
“Siempre que monitoreamos para tortugas marinas se ven estas bolsas tanto en Boquilla como en Añasco, concretamente en la desembocadura del Río Grande. Las personas que han acudido a esta área en kayaks las han encontrado”, indicó Bonet, quien agregó que estas bolsas carecen de etiquetas, por lo cual es imposible saber su procedencia.
“Se han tomado el tiempo de sacárselo, lo han hecho bien para que no dé con ellos”, aseguró.
El primer hallazgo de esta naturaleza se remonta al año 1993, y hasta el momento, el problema, aunque reportado, no ha contado con medidas que lo solucionen de forma radical.
El pasado 11 de marzo, cuando tuvo lugar el hallazgo más reciente, las bolsas encontradas contaban con una información inscrita que indicaba cómo utilizarse, pero el grupo del Programa de Tortugas Marinas del Área Oeste no observaron numeración que indique procedencia.
El pasado 14 de marzo llegaron las primeras muestras a la Junta de Calidad Ambiental (JCA) para ser investigadas en torno a su procedencia.
Bonet se hace eco de la preocupación ciudadana, ya que estos desperdicios biomédicos contaminan el agua y pueden afectar la salud de las personas, ya que la playa, aunque no es muy visitada, sí es un lugar destinado a la pesca.
“También, los tortugueros estamos a riesgo de contaminarnos porque al abrir el nido para sacar los huevitos, podemos encontrar residuos del material biomédico”, manifestó preocupada.
Como medida preventiva, utilizan palas de plástico, las cuales no perjudican el nido y, a la vez, protegen su salud.
Arrojar material biomédico a las costas de Puerto Rico ha sido descrito como una “vil práctica” por los representantes Pérez Cordero y Más Rodríguez, y merece la asignación de responsabilidad a sus causantes, además de que precisa de que se procure una solución permanente.
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